jueves, 24 de febrero de 2011

Estar lejos
encontrarme con viejos
Me despierto cansada
no puedo hablar
a veces grito a veces gimo
No me dejes mami
si te vas no se cuantas
noches voy a llorar
El pueblo se ve tan lejos
asi como mis sueños
Literatura
¿cuando nos podremos besar?
Esta vez el dinero y la ciudad
no nos van a dejar
Te amo pero seguiremos
siendo dos extraños
Miedo
a todo lo nuevo
a la insertidumbre
de una tia con caracter
de enjambre
Verde
Humedo
Me quedo
¿Sera lo mejor?

viernes, 11 de febrero de 2011

Un secreto

-Llegó anoche, no paraba de llorar. Por más que se le tranquilizaba y se le preguntaba qué es lo que había pasado, no contestó, no ha contestado nada.
-No te preocupes yo me hago cargo de ella.

-¡Hola! Según los reportes de la policía sé que te llamas Brenda. ¿Quieres que hablemos?
No hubo respuesta por parte de la interlocutora.
-Está bien, respeto tu decisión de no querer hablar. Pero cuando quieras ayudarme en el asunto de tu mamá recuerda que puedes confiar en mí.
No hubo respuesta por parte de la interlocutora, ni el día siguiente, ni el que le siguió, ni toda la semana que pasó, ni la que le siguió.

-Es más difícil de lo que pensé. Todos los días intento algo, me pongo a cantar, a jugar, le llevo dulces. Pero nada. Simplemente no contesta, no quiere jugar, no quiere cantar, no quiere comer, no ríe, sólo calla.
-Sí que es desgastante. Y lo peor es que todo el cuerpo de investigadores te lo confiaron especialmente porque eres la mejor. Además de que la niña es la pieza clave para saber lo del asesinato de sus padres.
-Ya ni me digas. No sé qué más hacer...

Un día más de silencio:

-Brenda al menos asiente o niega con tu cabeza por favor. ¿Sí?
No hubo respuesta por parte de la interlocutora. Tampoco el más mínimo intento de movimiento de cabeza.
-Dime, ¿por qué no quieres hablar? Está bien si no quieres decir nada de tu madre pero al menos quiero escuchar tu voz. Piénsalo, esto no le hace bien a nadie. ¿Qué no te dan ganas de gritar o de cantar o de reír? Vamos, por favor dime lo que te pasa y te aseguro que todo estará bien.
No hubo respuesta por parte de la interlocutora.
-¿O es que tienes un secreto?

En ese momento a la niña se le vaciaron los ojos y al igual que su silencio no mostraban ningun sentimiento.
-Conozco esa expresión, ¿qué es lo que estas recordando?
Silencio y así era la niña tenía la cabeza llena de recuerdos, de lo que había pasado con su madre:
-Mami ¿por qué usas esos guantes? Deja la pistola de papá porque me da miedo...
-Mírame Brenda y júrame que vas a guardar este secreto así tengas que callar por siempre.
-¿Qué es mami?
-Voy a acabar con el dolor que tu padre me causó y es necesario que cuando acaben los disparos me quites de las manos el guante y seas valiente y lo más importante no digas nada a nadie, ese es nuestro secreto.
-Sí mami.

jueves, 10 de febrero de 2011

Belona

Belona

-¡Vamos, apúrate y camina rápido!
-¡Ay! Ya me canse. Además ya casi llegamos.
-Mejor cállate y deja de voltear hacia atrás. Te he dicho que cuando vengas conmigo no hagas eso porque pueden descubrirnos.
-Aja y quiénes...
-Ya metete a la casa y cállate.
-Me choca que siempre que llegamos te encierras en tu cuarto. ¡Hazme caso! Al menos prepárame algo de comer, por favor.
-Cállate.

Tras esa orden de silencio se cerró la puerta de una recamara descuidada y con mil cosas regadas.
Pero al poco rato se abrió una mirada al otro lado de la ventana. La niña ya no soportaba el encierro de su madre y por más que preguntaba ninguna respuesta obtenía y su curiosidad la llevo a espiar:
Primero por la puerta tratando de escuchar algo o buscando una pequeña abertura para tratar de observar algo. Sin embargo no tuvo éxito la niña.
Después pensándolo mejor a la niña se le ocurrió salir al patio y tratar de espiar a través de la ventana del cuarto de su madre ya que las persianas siempre estaban entre abiertas por lo tanto algo se tenía que ver. Así tal vez la niña descubriría qué es lo que hacía su madre en su encierro.

-Shhhhhhhh... ¡Cállense, cállense! Qué no entienden, no quiero escucharlos, no quiero saber más de esa guerra. ¡Cállense! ¡Lárguense de mi cabeza!

Pasó un día, pasó otro, pasaron dos semanas, pasaron tres meses. Nada cambiaba. La madre recogía a su hija de la escuela, en el trayecto la misma cantaleta de que la niña se callara y se apurara porque podían escucharlas. Llegaban a su casa la madre corría a encerrarse toda la tarde en su recamara. La hija espiaba por afuera de la ventana y veía una verdadera guerra: Su madre callando y corriendo a las voces de su cabeza al igual que a ella nunca le harían caso.