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Dos en el Tren...
I
Fantaseando, simplemente fantaseando, leyendo a Neruda y tomando café, el frio entumía los pies. Es hora pico, va más que repleto el tren. Afortunadamente alcance asiento, media hora para llegar al colegio. El cuchicheo desentona con mis pensamientos, no me importa no quiero ver los rostros de la gente, me marean sus cejas diferentes. Es sorprendente la soledad que se siente a pesar de lo atestado que va el vagón. Llegamos a la segunda estación, interrumpe mi lectura el golpeteo de los transeúntes que chocan al entrar y al salir, aun así mi rostro se niega a mirar más allá del poema número 20.
El olor de la mañana mezclado con el de la contaminación produce picor en mi nariz, pero a algo diferente huele, medio dulzón afable a toda esa combinación resalta ante mi modorra y aburrición. Es tan fuerte, necesito ver quién huele, de dónde viene. Despego la mirada del libro, es un chico, me golpetea el pecho con el solo hecho de verlo. Es hermoso, su cabello negro y chino contrastan con su piel blanca y sus largas pestañas. Nunca antes le había visto me encanta su porte distraído, su silencio que se comunica conmigo. Llegamos a la octava estación, es tarde si no me apresuro llegare tarde a clases, adiós corazón, espero verlo pronto en este vagón.
II
Paso una semana, dos, tal vez más de tres meses o quizá un año, no sé, siempre le veía en el mismo vagón. Tantas veces cruzamos miradas, nunca me atreví a verle fijamente a la cara, su sonrisa dulce me intimida. En la octava estación bajamos los dos. Mi consuelo seria verle al otro día con su melena alborotada que tanto me gustaba. Admito soy cobarde, solo soñando con ese instante. Así pasaba los días imaginando de dónde venias, sabia a donde ibas, el uniforme a cuadros te daba ese toque tan cándido y a mí un soplo de alivio por todas las pruebas que me habían venido, añadiéndole esta, nunca quise darme cuenta pero al verte la vida me reprocha mi naturaleza, lo que para mi padres es la deshonra. Eso no me interesa, solo deseo sentirte, rasar tus labios y que se tranquilice a tu lado mi pulso acelerado. Me da tanto miedo, el mismo que en tu pecho siento…
III
Ya me harte, tengo que hablarle, saber por lo menos su nombre, lo que hace, mucho tiempo aguante, mi ser lo exige, lo tengo que hacer.
Esta mañana me quede de pie, le cedí el asiento a una viejita de sombreo negro. Todo me temblaba, apenas y podía sostenerme del barandal. Eterno fue el recorrido hasta llegar a la segunda estación. Ávidas mis ganas no dejaban de voltear hacia las ventanillas, de pronto el tren se detuvo y con él también el balbuceo de la gente, se ensordeció todo a mí alrededor. Fue el primero en subí, baje la vista, como sí él tácitamente lo hubiese conmigo planeado, se paro junto a mí y el chirrido de las vías me hizo revivir. Sentía como sus ojos gritaban que volteara hacia él, lo hice, aun sigo sin entender como me mantuve de pie, me regalo una sonrisa, una mueca agradecida. Fue como si nuestras miradas a través del alama platicaran en silencio sin importar nada más que el beso sin el toque de cuerpos nos regalo ese momento.
Baje rápidamente detrás de él cuando llegamos a la estación, no lo dude, apreté su mano y le entregue un papel, le dije te quiero y me eche a correr.
IV
Me quede atónito, no sabía qué hacer, sí ir detrás de él, abrir el papel o quedarme todo el día pensando en lo que iba a suceder. Alcanzarlo ya no podía, apresure el paso hacia mi trabajo, después a escondidas tras el mostrador desdoble el trozo de papel que decía:
"Sé que soy un atrevido al hacer esto, pero ya callarlo no puedo, llevo noches enteras imaginando un encuentro perfecto para decirle que lo quiero, se que vos también siente algo así, lo noto en el aire, en sus miradas que a hurtadillas me regala en el tren. Pero desafortunadamente lo sexos no ayudan a que todo esto sea perfecto, se que nunca sucederá otra cosa más, discúlpeme pero al menos quiero saber su nombre para ya no imaginar en el vagón cuál será o por su expresión cuál le quedará mejor…"
V
Tengo miedo, no quiero llegar a la segunda estación, me sumerjo en mi interior. No preste atención, subió o no, no lo sé, no lo quiero saber, presiento algo, bajo rápido muy rápido, me jalan del brazo, es él:
- Soy Rolando, ten.
- Yo me llamo Gabriel, perdona por lo de ayer.
- ¿Sabes? Yo también te quiero, pero no podemos.
Ahora él fue quien se echo a correr. No entre al colegio, me fui a esconderme al parque del pueblo, su nota dice:
"Yo también infinidad de días he imaginado un abrazo eterno y no soltarme de tu cuello. Vos sos apenas un niño, pero me encanta tu rostro y tu aire valiente.Me apena tanto, no puedo estar contigo, el próximo mes tengo que casarme, no estoy enamorado de ella, solo lo hago porque es la última voluntad de mi madre moribunda, la semana que viene ya no tomare el tren, ya me quedare a vivir en esta comuna, ya no viajare más y no te veré.Perdona mi cobardía, te quiero, te necesito, pero me encuentro maniatado, no puedo luchar en contra de mi voluntad pero me conformo con verte bien y lejos de mí, pues algo así entre un chico y un hombre no puede existir…
"No fui al colegio, deje de ir por una semana, no quería verlo, no quería llorar, me negué a entender, aunque dolió todo mi ser. Es lunes, de regreso a la estación, el transcurso se me pasó muy rápido el transcurso de la primera a la segunda, él nunca subió.